La relación individual con el aburrimiento
El aburrimiento es consecuencia de la motivación, o más bien de su falta. Si la motivación es interior, lo que mueve a la persona procede de su propio interior; si es exterior, los estímulos que nos movilizan proceden de las circunstancias que nos rodean.
Cuando existe motivación interior y exterior el resultado final es positivo y las emociones gratificantes están aseguradas. Es poco probable que el aburrimiento no pase de ser algo esporádico. Si hay motivación interior pero el entorno no favorece, el individuo se mueve a pesar de las circunstancias y con un cierto grado de dificultad, pero su esfuerzo por modificar el ámbito tiene muchas posibilidades de que con ello abandone la apatía. Si hay motivación desde fuera pero falta el dinamismo interno, el individuo se mueve muy a su pesar y el movimiento suele ser de poca calidad y corta duración. El aburrimiento será un condicionante casi innato.
Cuando no existen ni la interior ni la exterior, la persona cae en la abulia, la apatía y la desmotivación. En definitiva, convive con el aburrimiento.
La relación de la pareja con el aburrimiento
Cuando ambas personas de la pareja gozan de dinamismo personal, se puede decir que, aunque las circunstancias repetitivas de la vida en pareja induzcan a la rutina, existe la posibilidad de que a base de comunicación y diálogo auténtico se traten de introducir variables que hagan la convivencia menos pesada.
Si uno de los dos carece de dinamismo interior, se convierte en un peso para la pareja que intentará tirar de la otra persona proporcionando iniciativas nuevas que tendrán poca probabilidad de ser aceptadas. En esa situación pueden surgir la fatiga y el desaliento para emprender la búsqueda de novedades.
En el caso de que ninguno de los dos posea el entusiasmo suficiente, la vida en pareja se convierte por consenso tácito en una coexistencia tolerada que se caracteriza por compartir la satisfacción de las necesidades básicas para seguir viviendo de una manera aparentemente digna, pero evidentemente tediosa. Ocurre muchas veces que, si bien se ha establecido tácitamente el acuerdo de vivir aburridamente juntos el resto de sus vidas, alguno de los dos o los dos buscan fuera la novedad, los estímulos que le devuelvan las ilusiones y las iniciativas. No tiene por qué ser un amante. A veces es el trabajo, otras serán nuevas amistades no compartidas por ambos o la recuperación de viejas aficiones individuales, etc. Es como si se experimentase, y corroborase, que la auténtica vida, al menos la más estimulante, está fuera de la pareja.
Muchas veces, cuando no se soporta más el tedio y sin haberse producido situaciones extremas, la pareja se disuelve.
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